Los defensores de esa práctica (en general, pertenecientes a la derecha religiosa, aunque también personas de buena fe que no comprenden totalmente las consecuencias) alegan que "es parte de nuestra tradición", que "no se hace daño a nadie", y acusan a quienes no piensan como ellos de ser hostiles contra la religión. La frase "los laicistas quieren reducir la religión a una cuestión privada, expulsándola del espacio público" suele sonar mucho en estos días.
Yo soy cristiano, y no sólo de nombre. Asisto cada semana a la iglesia, creo en Dios y hago lo posible por cumplir sus mandatos. No creo que alguien pueda pensar que siento hostilidad hacia la religión. Pero creo que un Estado laico no debe tomar partido por una religión determinada, ni siquiera si es la mía. Colocar imágenes religiosas en edificios públicos es apoyar a la religión representada. Adviértase que no estoy hablando aquí de todo el "espacio público", sino específicamente de aquello que hace el Estado en el espacio público estatal. Ciertamente no creo que la religión deba encerrarse tras las puertas del ámbito privado. Pero sí creo que no debe ser el Estado quien promocione determinadas creencias religiosas.
El núcleo del problema es este: cuando el Estado hace propios los símbolos de una determina religión, por omisión está excluyendo a todas las demás. Está diciendo "esta religión merece el apoyo estatal, y el resto no", estableciendo una especie de ortodoxia religiosa, una indicación tácita de que tal religión es mejor que las demás. Por eso, en Estados Unidos los símbolos religiosos en edificios públicos se están permitiendo, pero a condición de que todas las corrientes religiosas tengan su espacio. A mi entender, el resultado no podría ser más desastroso: no sólo se convierte a un edificio estatal en una feria de religiones, sino que se deben admitir (y esto debe ser algo muy difícil de digerir para la derecha religiosa) creencias extrañas, y hasta contraculturales.
"Felices fiestas de parte del Templo Satánico", dice el diorama.
En el Capitolio del estado de Florida debieron colocar, junto a pesebres e imágenes de la natividad, un mensaje "navideño" de parte del Templo Satánico: un ángel cayendo del cielo a las llamas. La noticia causó bastante polémica, la que aumentó luego de que una señora vistiendo una remera que ponía "Guerrera Católica" destruyó el diorama. El debate ronda en torno a si el mensaje del Templo Satánico estaba destinado a provocar a los cristianos, o simplemente era una expresión de sus creencia. Para mí, la cuestión de fondo es otra: si se deja colocar mensajes y símbolos religiosos a uno, debe hacerse lo mismo con todos. O, todavía mejor, reservar los espacios públicos estatales para otras funciones, ajenas a lo religioso.
En Argentina estamos recorriendo el camino inverso. Al parecer, este año el adorno navideño de la Casa Rosada no tenía un mensaje religioso explícito, sino simplemente un recordatorio de la época navideña. Sin embargo, luego del llamado de atención del Cardenal Poli (Arzobispo de Buenos Aires) a la Presidenta de la Nación, rápidamente se armó un pesebre en Casa Rosada.
Siento a veces que estamos lejos todavía de poder discutir seriamente por qué el Estado argentino sigue apoyando simbólicamente a una religión, con exclusión de todo el resto. ¿Tendremos que comenzar a tener reclamos de los satanistas para comprender que el Estado tiene que ser religiosamente neutral, y que la promoción de las creencias religiosas la tienen que hacer las religiones con sus propios recursos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario